SER MÁS PARA SERVIR MEJOR
El calor te hace saber que llegaste a Portoviejo, bueno, el calor y ese silencio antes impensable que hoy de manera peculiar atrapa a nuestra ciudad, en estos tiempos caminar por Portoviejo puede tener como misión el volver a conocerlo, rearmarlo, no solo físicamente, sino también, rearmarlo en nuestra mente, cambiar de alguna manera ese mapa mental que todos los portovejenses habíamos formado durante la vida, para intentar ahora, volver a ubicar con cierta certeza, la ubicación de lugares, sectores, comercios, casas de amigos, familiares y conocidos…
El terremoto del 2016 nos desarmó, en 52 segundos fue capaz de echar abajo todo lo que conocíamos, tragedia a la que acudimos de una manera u otra todos los manabitas como testigos de primera fila. Me quedan entonces 37 años de recuerdos que debo clasificar, editar y en algunos casos procurar almenos por el momento olvidar, para poder “continuar”, es raro, como palabras que antes no eran nada, hoy toman una fuerza y un sentido impensable, continuar, avanzar, seguir, reconstruir, servir… servir?, no era ese el lema del CEC? “Ser más para Servir mejor”, y es inevitable, los recuerdos uno tras otro se agolpan en mi mente y de apoco se forman como cuando nos formábamos los lunes frente a los “gallineros” para asistir a la hora cívica del colegio hace ya más de veinte años, es cierto, el tiempo un poco más amable quizás, pero igual de constante e implacable ha logrado en nosotros lo que el terremoto en 52 segundos con la ciudad, desarmarnos para volvernos a armar.
Pensaba que el colegio estaba irreconocible, de los maestros de siempre quedan muy pocos, no puedo evitar siempre verlos con una pizca de malicia, sana, pero malicia al fin, y es que una parte de mi, cuando entra al colegio, vuelve a ser ese joven, ente adolescente lleno de barros y sentimientos que al igual que todos mis amigos y compañeros recorrió cada parte del plantel, pero hoy es especial, es la misa en memoria del Padre Mendoza...
La misma fuerza extraña que me impidió terminar el párrafo anterior, hace que empiece este nuevo párrafo, algo así como cuando tuvimos un día malo y nos queda siempre el siguiente día para volver a comenzar, hoy es la misa del Padre Mendoza, no la hicieron en la capilla, hubiera sido imposible, no entrabamos, la hicieron en el coliseo, no sabía que teníamos coliseo… bueno, para otro rato conversamos mejor de lo que aún queda si es que algo queda de nuestros tiempos.
Allí estamos, en la misa de un hombre que si hubiera muerto en nuestro tiempo de colegio, hasta el más bravo de nuestros compañeros habría derramado más de una lagrima, habrían cerrado el mismísimo colegio, habríamos tenido la fuerza y la determinación de exigir que lo entierren no en Quito, sino aquí, en esta tierra manabita que tanto amó y que tanto lo amó también, los parlantes habrían entonado todas las canciones de misa que nunca volví a escuchar en tantas iglesias que visite dentro y fuera del país, un tesoro más que recordar pienso, y mi mente se aquieta y vuelvo a ser consciente de la misa.
En el altar improvisado, desfilan padres, amigos, ex alumnos, profesores, quienes en un intento casi desesperado tratan de explicar, trasmitir de alguna manera, hacer conocer a esos brillantes adolescentes, que actualmente son los estudiantes del colegio, que se acaba de ir alguien grande, alguien que un día decidió amar a Dios y mediante Él a todos quienes nos cruzáramos en su camino, en un intento lleno de infinito amor, una señora propone hacer una hoja de té para despedir al Padre Mendoza… hoja de té de té de té… hoja de té, hoja de té… té, es un fracaso, el final es casi un aplauso cualquiera, el Padre Mendoza se hubiera puesto de pie y a correazos hubiera hecho que sea perfecto…
Los actuales alumnos no saben quién fue, pueden quizás sospecharlo, pero creo es imposible, ellos estoy seguro tienen su propio camino y sus propios hombres y mujeres santos, solo quienes conocimos la rectoría de madera, la cancha de fútbol con sus graderías leñosas, los gallineros como les decíamos a las viejas aulas, solo quienes fuimos llamados en mitad del recreo para conversar con el Padre Mendoza, quien cual estrategia militar nos tenía fotografiados y reunidos según la infinidad de grupos que nuestras promociones tenían, podemos el día de hoy decirlo, con un cariño escondido, cómplice de esos recuerdos que todos tenemos y nunca podremos compartir porque son tan nuestros que solo nosotros entendemos, muchos de nosotros aún diseminados por el mundo a medida que la noticia se va regando, podremos decirlo aunque sea a nosotros mismos y muy sentidamente “Murió el Padre Mendoza".
Nunca he sido bueno para los duelos, no sé cómo actuar, no sé cómo vestirme, y la mayoría de los casos no sé qué decir, esta no es la excepción, solo sé que debemos seguir, servir, continuar… en el camino muchas cosas y personas de apoco van quedando, pero, dentro de esa mudanza permanente que es la vida, estoy seguro que siempre recordaré de llevar las enseñanzas y los recuerdos de nuestro colegio, seguiré caminando y al igual que todo caminante espero regresar algún día, y pienso, quizás algún día se dé el milagro y pueda regresar al colegio y los encuentre a todos, tal y como los recuerdo.
Descansa en Paz querido Pepe.
Un alumno de la Trigésima quinta Promoción.
Colegio Cristo Rey.
SER MÁS PARA SERVIR MEJOR
El calor te hace saber que llegaste a Portoviejo, bueno, el calor y ese silencio antes impensable que hoy de manera peculiar atrapa a nuestra ciudad, en estos tiempos caminar por Portoviejo puede tener como misión el volver a conocerlo, rearmarlo, no solo físicamente, sino también, rearmarlo en nuestra mente, cambiar de alguna manera ese mapa mental que todos los portovejenses habíamos formado durante la vida, para intentar ahora, volver a ubicar con cierta certeza, la ubicación de lugares, sectores, comercios, casas de amigos, familiares y conocidos…
Colegio Cristo Rey.
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