“La vida no sabe de versos/ la vida no sabe de nada/ la vida es un triste poema/ que solo mi alma declama…” dado y firmado, aseguro que este fue el primer poema que compré, es un hecho entonces, el que a veces olvide para que lado de mi cama esta la puerta del dormitorio, y sin embargo recuerde a esa persona de profesión mecánico que por accidente había quedado ciega, en un domingo de hace tres años en el Trolebús de Quito, donde y cuando le compré fragmentos de un poema sin autor y sin titulo.
Que la vida no sepa de versos, o, que la vida no sepa de nada, son dudas que a estas alturas dejan de ser dudas y se convierten en acertijos, acertijos racionalmente incorrectos que no sirven mas que para ser eso… ser acertijos (y punto)
Ayer nos reunimos con unos amigos en la Plaza Ñuñoa, en mi opinión y después de la Plaza Brasil, la Plaza Ñuñoa es uno de los mejores barrios bohemios de estos lares, sentados en la terraza de cualquier bar que la rodea es posible camuflarse entre un ron Barceló y un Vodka con agua tónica, y mirar la vida nocturna de Santiago…
La vía publica adopta entonces la forma de una inmensa pantalla por donde se rebobina una y otra vez la individualidad de las personas protestando contra el uniforme colectivo de la sociedad, entonces un hombre que tiene amarrado un teléfono inalámbrico a su oído derecho (a modo de bluetooth) pareciera que nos grita “despertad que esto no es un sueño” pero incluso él se mimetiza hasta el punto de no llamar mas la atención, que decir entonces del poeta que se acercó a vendernos sus versos "Yo nada sé de la poesía/ Solo escruto desde mi cuarto/ Las señales del infinito" (Homero Castillo Duran), ó la señora que nos gritó a lo lejos “Que Dios los perdone”….
En fin.
Me gustaría llamar interesantes a estas noches, quizás decir que lo pase bien o en el mejor de los casos “increíble”, pero no es así… a mi todo esto de pronto me sabe a ajeno, y no por estar lejos de algo, sino más bien por estar lejos de alguien.
A veces “nesito” comprobar que ella es real, y comprobarme que no es un sueño que tan solo yo lo veo, me gustaría no pasar tantas noches sin poder abrazarla, y discutir tantas veces sin que ella se entere… y mirar sus ojitos cuando dice que me ama… la vida entonces no sabe de tiempo y al parecer comprende de distancia, entonces la escucho con su forma de arrrastarrr las errres, con su forma de leer mi pensamiento, con su habilidad para saber siempre que estoy mintiendo y su capacidad de despertarme y conversar con ese ser que vive en mi el tiempo que tardo en enterarme que estoy despierto, y el fastidio que tiene con mi acento, y hasta cuando dice que “quieres que te cuente un secreto…” entonces es como si todo vuelve a su sitio, donde siempre ha estado donde siempre va a estar.
Nota: El titulo de esta publicación pertenece al poema “Rumor de Vida” del poeta chileno Homero Castillo Duran
byrongio
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