qué duda cabe ya..."
Cuando llegué a vivir a Quito tenía exactamente diecisiete años y seis meses, aunque no suelo aceptarlo es cierto cuando aseguran que mi acento era muy distinto al actual, en ese tiempo tenía el acento propio de la gente de la costa del Ecuador, es curioso en realidad aquello de que siendo el Ecuador un país geográficamente tan pequeño tengamos tal variedad de acentos.
Decía que cuando llegué a vivir a Quito ni siquiera era mayor de edad, mi papá me consiguió un permiso provisional de conducción lo que permitió que el súper Hyundai Excel blanco que un día fuera de mamá pasase a mis manos.
En la universidad tenía clases todos los días hasta las nueve de la noche, recuerdo que en aquellos tiempos el garaje de mi facultad no era de pavimento asfáltico como lo es ahora sino que era todo adoquinado, no existía el súper censor activado por una tarjeta magnética para el ingreso de los vehículos sino más bien todo era cuestión de ser amigo del guardia de turno y se podía meter el auto a la universidad.
Cada noche salía de clases, caminaba al estacionamiento, encendía el auto, lo calentaba y por la Avenida Doce de Octubre me dirigía hacia el norte hasta tomar la González Suárez, en ocasiones me detenía en la entrada a la bajada a Guapulo en aquel mirador ubicado donde hace muchos años funcionaba uno de mis bares preferidos en Quito, mirar el valle de Cumbayá desde allí siempre lograba que experimente aquello que tan sólo se puede describir como hacer que al alma se le ponga la piel de gallina je,je. Luego continuaba por la Gonzáles Suárez hasta la avenida Eloy Alfaro y poco a poco las luces de la ciudad iban quedando un poquito más atrás.
En mi reciente viaje a Quito, tuve la oportunidad al final de una “súper farra” de hacer el mismo recorrido de regreso a casa, aquella madrugada tenía veinte y siete años y once meses, mi acento o sea el actual es algo así como un acento serrano chilenizado je,je, manejaba un Hyundai Accent color gris grafito con placas chilenas, obviamente ya estaba graduado, al alma se le volvió a poner la piel de gallina al mirar el Valle de Cumbayá, y no fue hasta que la radio del auto tocó "Este mundo va" de Miguel Bosé cuando de pronto se me vinieron tantos recuerdos de golpe.
Aquella costumbre mía de etiquetar momentos y sucesos con canciones puede lograr que ocurra el milagro de poder revivirlos en el tiempo que dura aquella canción, aquel milagro de poder detener el tiempo y sentar en el mismo auto al byrongio de hace diez años con el byrongio de hoy, seguro y suena trillado o poco creativo pero en verdad ocurrió que el byrongio sub 27 pudo conversar con el byrongio sub 17.
Pudo decirle que por Dios deje de sentir tanta tristeza y soledad, que el tiempo le va a traer en Quito muy buenos amigos, y gente que lo quiere mucho, que aquella princesa que le roba el sueño no es más que una "babosa" (científicamente comprobado), decirle que tiene una sonrisa muy bonita y que de nada sirve el tratar siempre de esconderla, decirle que aunque vive en medio de una grave crisis familiar, social y económica todo va salir adelante, y que las materias de cálculo diferencial, integral y ecuaciones diferenciales no son materias tan imposibles como las pintan… en fin…
"este mundo va"
Miguel Bosé (Este mundo va)
byrongio
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar