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Y EL ANUNCIO DECÍA

"Las palabras de los profetas
están escritas en las paredes del metro
y en la entrada de las casas"

Allí donde los comerciantes de ferias caminan, donde arrastran el duro peso de una existencia casi prohibida y casi ajena, donde la escuela no alcanzó a llegar, no por economía ni por impuntualidad, donde no llegó nomás, porque a los señoritos de las universidades se les olvidó: que las universidades deben pasar por ellos y no solamente ellos por las universidades.

Allí donde el café tiene aroma a café pasado, a agua sucia que se endulza con azúcar o con panela, donde los niños lloran y la gente habla, donde se espera la novela de las ocho y la misa del domingo, donde el pueblo no es más que un parque, una Iglesia, una tenencia política, una tienda de la esquina, una cantina, un par de putas llegadas de la ciudad y dos terratenientes que son dueños de todo aquello y lo demás....

Allí donde el horizonte es una línea verde que corona los cerros de los paramos, y que identifica el lindero de todo aquello que no es nuestro y que nadie sabe de quien mismo es, donde los armadillos se aparean para tener a quien heredar la simple existencia, allí donde la inocencia es una palabra que tan sólo usan quienes ya no la poseen, donde los escoberos llegan después de viajes largos y cansados a comprar el pelo de las escobas, donde se muele la caña de azúcar para hacer la panela y luego se la regala en las ferias a quienes la venden en la capital.

Allí donde llegó hace muchos años un hombre llamado Velasco Ibarra a pedir "un voto" para algo que llamaba política y que al parecer era un deber más que una necesidad, allí donde sobrevivir toma conceptos que implican enfermedad sin hospital, y donde el río crece de golpe en invierno porque según dicen los ancianos está lloviendo en la montaña.

Allí donde los jóvenes se hacen hombres a temprana edad, allí donde llegaron militares con la novedad que en el cerro de aquella esquina alado del viejo árbol de aguacate, existe una planta que es prohibida y será quemada para no tentar a la población, los más leídos decían que era droga, los más sencillos decían "y eso como se come", los más viejos callaban porque en esos casos hay que callar nomás.

Existen personas que le temen a las migraciones, se indignan con la simple idea de mezclar las razas, las culturas, las creencias y todo lo que se puede mezclar, existen personas que piden libertad para la ballena del océano indico, para la foca de los glaciales de aquel lejano país, existen personas que exigen libertad e igualdad tan seguras que aquello se puede exigir.

Allí donde yo digo existe una casita blanca de techumbre roja corroída por los inviernos, desde sus ventanas se puede mirar el pueblo, las casas del pueblo vecino, la red eléctrica que el año pasado llegó junto con la fábrica casera de helados del tío Daniel, donde todo suena tan lejano, donde nadie le teme al extranjero porque es humano como tú... como yo... donde la podredumbre de la sociedad actual ha llegado con forma de promesas políticas que quizás nunca serán, con forma de comerciantes de mercados, y con forma de pescadores de peces y de imágenes para ver si por fin capturan algo que puedan mostrar a sus nietos.

Afuera está lloviendo, es finales de primavera y por ende casi estamos en verano, sin embargo está lloviendo... no es una noticia importante, pero se las quería contar, después de todo dicen que de las trivialidades se forman lo que solemos llamar "nuestra vida".

"Y susurró en el sonido del silencio"

Simon y Garfunkel (Sound of silence)

byrongio

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