Dentro de lo cotidiano a diario compartimos un sinfín de historias, estas a su vez son asimiladas por todas las diferentes etapas o partes que forman nuestro ser, rescatando lo que nos sirve, lo que no nos sirve, y desechando todo lo demás.
Dicen que cada ser humano es un mundo, entonces, en este mundo coexistimos millones de mundos, idea que logra introducirse dentro de mi mente y que ocupa esos momentos en los que me siento capaz de reconocerme absorto ante una contemplación.
De todo esto nace la importancia de apreciar nuestra individualidad, de tener quizás como única certeza el hecho de que cuando cerramos nuestros ojos y recordamos cualquier detalle ínfimo por ejemplo de nuestra niñez, ese detalle único, delicado y simple es tan solo nuestro, una diminuta parte de un gran todo pero nuestro.
Sin embargo, mi teoría de rescatar las individualidades se derrumba ante la razón más pura y simple que existe: el efecto
Cada recuerdo, entonces, cada acto, cada palabra, cada sonrisa, cada promesa lanzada en este mundo provoca una estampida de efectos en los múltiples mundos que nos acompañan, ocurriendo el ya conocido “Efecto mariposa”, aquello deja de ser digno de contemplación, ya que ante lo inmensamente inconcebible solo se puede llegar a temer lo inmensamente incomprensible y estas dos inmensidades juntas son las razones para mi terror y mi pánico.
Recostado en el borde inferior del calor acogedor de mi cama, mi lámpara de noche me acompaña contra esta lucha momentánea con la invasión de polillas que invaden el gran Santiago.
Esta noche por alguna razón no siento, y son las ideas las que van llenando cada uno de los espacios, todo se construye y se des construye, he logrado ya no sentirme frágil pero tampoco he aprendido a sentirme fuerte, este mundo por hoy rotará y se trasladará mientras intento comprender aquello de: “Por favor no hagas promesas sobre el bidet”… no prometas por prometer…
byrongio
Comentarios
Publicar un comentario