Es moverse hacia lo que se quiere, aunque sea difícil, aunque no se consiga inmediatamente, aunque signifique enfrentarse con lo indeseable. Es tener el pensamiento limpio y la voluntad enfocada hacia el bien, hacia el bien en que cada uno crea y a cada uno le interese. Es no quejarse, no permitir que ninguna circunstancia nos quite la decisión de intentar la felicidad. Es no agregar a los males del mundo el de la propia contaminación interior. No es ignorar el sufrimiento, la fealdad ni la injusticia, sino enfrentarlos con decisión y dignidad. Y cuando no se los puede vencer, tomarlos como parte de un mundo que no dejó de valer la pena. No es de ninguna manera conformarse. Se puede trabajar por el futuro sin insultar al presente. No es desvivirse por la alegría superficial. Se puede vivir plenamente, sanamente, satisfecho con lo que se hace, incluso al transitar por lo desfavorable. No es prohibir la tristeza ni creerse obligado a la alegría. Se puede estar triste sin destruir, sin de...